La noche que Teo se fue

24 diciembre, 2010


Tras la cena de la noche anterior al día que tenia que empezar a trabajar para el imperio, nos fuimos a dormir. Para cuando desperté, mi padre ya se había ido. Me dolió que no se despidiera de mí y un día se lo dije a Gremio. El me contó lo ocurrido aquella noche.

Resulta que a media noche mientras yo dormía, Gremio y mi padre entraron en mi habitación. Gremio le pregunto a Teo que si quería que me despertara, yo hubiese querido, pero mi padre pensó que era mejor dejarme dormir porque al día siguiente iba a tener un día duro y porque pensaba que no iba a ser la ultima vez que nos viéramos.

Tuvo razón, no fue la última vez que nos vimos. No puedo evitarlo, menos mal que Gremio no me ve ahora. Estas lagrimas son poco sufrir para lo que paso la ultima vez que vi a mi padre, Teo McDohl.

La ultima cena

21 diciembre, 2010


Luego subí a la segunda planta. A la derecha quedaba la habitación de Teo, justo encima de la de Gremio. Enfrente un salón muy grande, éramos muchos y allí comíamos todos juntos en una mesa enorme. Y a la izquierda estaba mi habitación que quedaba justo encima de la de Ted.

Ted. No se si le odio, si le echo de menos, era mi mejor amigo. Pese a que no nos conociéramos mucho, ya que mi padre le recogió de la calle y a Ted no le gustaba hablar de su pasado. Ahora le entiendo, la verdad.

No tenía ningún sitio adonde ir y siempre le agradeció mucho a Teo lo que hizo por él. Se notaba porque siempre estaba conmigo, era como si fuese mi hermano. Si nos hubiésemos parecido físicamente un poco, seguro que mas de uno hubiese dicho que éramos hermanos de verdad.

El tenía el pelo corto, pero era pelirrojo. Su tez era pálida, tenia bastantes pecas en la cara y tenia una mirada triste, hasta cuando sonreía. Parecía triste, igual que yo ahora.

Vestía con una chaqueta larga azul, una camiseta negra por dentro, unos pantalones de color beige y unas botas y unos guantes marrones.

Usaba un arco, con estilo de cazador. Parecía tener mucha experiencia cazando pues acertaba en el punto al que apuntaba aunque el “blanco” se moviese.

Nada mas subir, Ted me recibió. Efectivamente, estaba poniendo la mesa.

Quiso que hablásemos más tranquilos y con más intimidad. Fuimos a mi habitación y me pidió que le dejase acompañarme. Quería devolverle de ese modo a mi padre el favor que le hizo. Por supuesto le dije que si, era mi “hermano”.No era un simple amigo, era mi apoyo. Pahn, Gremio y Cleo son más mayores que yo. Pero Ted al ser de mi edad podía comprenderme mejor.

También me pregunto por el emperador, pero note que no le importaba demasiado. Porque me pregunto luego si Windy, la maga del imperio era guapa. Y ahí si mostró interés. No me resulto raro en ese momento, todo el mundo ansiaba ver la belleza de Windy. Así que su pregunta pensé que era de lo más normal. Incluso me dijo “seguro que me encantara ver a Windy en persona”. Ahora ya entiendo su interés y el porque le gustaría verla.

Tras contarle todo lo sucedido en el castillo del imperio. Empezó a decirme que tenía un secreto que contarme y me pregunto si prometía guardar ese secreto. Le dije que si, al mismo tiempo que Gremio avisaba a gritos de que la cena estaba lista. Y Ted prefirió ir a cenar antes, para hablar en otra ocasión con más tranquilidad.

Fuimos al salón y me senté a la izquierda de mi padre. Enfrente de izquierda a derecha estaban Cleo, Pahn, Gremio y Ted.

Mi padre informo antes de nada de su viaje al norte y me nombro responsable de la casa durante su ausencia. Claro que le pidió a todos los demás que me ayudaran.

Le dio las gracias a Gremio por cuidar de mi desde que nací y él volvió a decirle lo de siempre,” señor, para mi es un placer y un honor servir al joven maestro”. Era gracioso, todos tratábamos de tratarnos de una forma más informal. Pero Gremio siempre ha sido y es, una persona incapaz de dejar a un lado la educación.

A Cleo y a Pahn solo les dijo “cuento con vosotros”. Los dos asintieron, pero Pahn después de una siesta se levantaba con hambre y ya estaba nervioso.

Y a Ted y a mi nos dijo que esperaba que nuestra amistad fuese para siempre, nos miramos y sonreímos, la respuesta era clara.

Entonces mi padre dio la orden de empezar a cenar, pero antes haríamos un brindis.”Por mi hijo y el imperio”, ese fue el brindis que me brindo mi padre. Cuando dejamos las copas en la mesa, ya faltaba media barra de pan. El culpable fue Pahn que repitió y todo. Tras la cena, simplemente fuimos cada uno a nuestras habitaciones. Había que dormir, al día siguiente empezaba a trabajar para el imperio.

(Leer apendice «La noche que Teo se fue»)

Hogar dulce hogar

21 diciembre, 2010


Para ello bajamos al primer piso, mi padre me llevo hasta la sala del Comandante Kraze. Y una vez llegado a ella, mi padre me deseo suerte y me espero en el pasillo mientras me presentaba.

Entre bastante tranquilo, vi a un hombre con el pelo negro hacia atrás y un pequeño tupe. Tenía una expresión facial como si estuviese cabreado, aunque sus finos bigotes y su perilla me resultaban simpáticos.

Bueno, vestía de una manera que también me resultaba graciosa, pero nunca me reí de él. Llevaba una camisa y pantalón rojos por debajo de un chaleco largo púrpura con un par de finas franjas amarillas. Y unos guantes y botas de piel negras.

Me pregunto mi nombre y en cuanto se lo dije, supo que mi padre era el gran Teo McDhol y me dejo bien claro que no recibiría ningún trato especial por ello. Me mando a casa y exigió que al día siguiente me presentara a primera hora de la mañana. Yo le entendí, pero sigo pensando que fue brusco.

Al salir de la presentación ante mi superior mi padre pregunto que si había ido bien, tras decirle que si, él me confeso que estaba sorprendido por la tarea tan “baja” que me habían asignado y que era hora de volver a casa.

Dicho lo cual, salimos por la puerta principal del castillo. Cruzamos el jardín imperial, totalmente hermoso con plantas y fuentes. Y pasamos el puente hacia Gregminster.

Gregminster, la gran ciudad capital del imperio. Parecía triste porque el suelo era piedra gris, las paredes de las casas también eran de ese color, es más, los tejados eran de tejas grises aunque fuesen más oscuras. Pero había varios arbustos y bancos que decoraban la ciudad. Aunque lo más bonito era una estatua de oro de un ángel con un cántaro que echaba agua, formando una preciosa fuente.

Bueno, también había una mansión rodeada de arbustos y rosas. Con enredaderas que trepaban por sus grises paredes y por su tejado, el único de un color anaranjado de toda la ciudad. Era la casa de Milich, uno de los grandes generales del imperio.

Las calles estaban llenas de gente, pero la estatua-fuente y la mansión de Milich nunca se me olvidaran. Aquella mansión tenía una planta, llena solo de armarios con ropa. No se si ahora seguirá todo igual.

Nada que ver con la de mi padre, el lugar donde fuimos nada mas llegar a Gregminster. Era muy grande, pero vivíamos seis personas allí. Ted, Cleo, Pahn, Gremio, mi padre Teo y yo.

Nada mas entrar por la puerta, Gremio vino a recibirnos. A envejecido un poco pero sigue siendo alto, delgado, rubio de pelo largo y con cara de buena persona a pesar de la cicatriz en forma de “x” en su mejilla izquierda. Sigue con sus botas y pantalones azules oscuros, su camiseta de manga larga azul claro y su capa verde.

Me pregunto que como me había ido, si estuve nervioso y confeso que estaba preocupado. El siempre a sido muy protector conmigo, así que ya era algo normal.

Lo mejor fue cuando mi padre le saludo y Gremio reconoció no haberse dado cuenta de que mi padre llego conmigo. Le pidió perdón y mi padre empezó a reír restándole importancia a lo ocurrido. Y de repente Gremio salio corriendo mientras gritaba “¡Dios mío! ¡El estofado!”. Mi padre en ese momento estallo a carcajadas y recuerdo que se fue a la calle a dar un paseo a ver si se le pasaba.

Una vez solo, decidí ir a las habitaciones de los demás. Me gustaba gastarles bromas, aunque Cleo se enfadaba muchísimo y a veces daba miedo. Ahora ya soy incapaz de bromear, no tengo ánimos para hacerlo.

Justo enfrente estaba la habitación de Pahn. Pero estaba durmiendo como de costumbre y decidí dejarle tranquilo. Gire a la izquierda y habían dos habitaciones, la de Cleo a la derecha y la de Ted a la izquierda. Entre en la de Ted, pero no estaba. Estaba poniendo la mesa.

Así que con un poco de miedo, fui a la habitación de Cleo. Era una chica de pelo corto rubio y unos ojazos azules impresionantes. Realmente era preciosa, parecía un ángel.

Y físicamente era una mujer capaz de volver loco a cualquiera, parecía perfecta. Su diadema rosa y sus botas y pantalones ajustados del mismo color, le quedaban muy bien. Aunque su camiseta marrón de manga larga le quedaba un poco pequeña, algo normal debido a sus medidas. Pero lo que mas me gustaba eran sus hombreras, pechera, rodilleras y espinilleras de metal a modo de semi-armadura. Le daban un toque muy de guerrera. Y en verdad lo era, lucho junto a mi padre. Era muy fuerte y su estilo era muy similar al de un ninja, pues sus armas eran unas dagas afiladísimas que lanzaba al enemigo. Que con la puntería que tenia Cleo eran mortales.

Nada mas entrar, corrió hacia la puerta y no me pego porque no quiso. Porque cabreada ya estaba, solo había que ver como su cara angelical se transformo en un segundo en la de un demonio.

Estaba enfadada, pero por dentro yo no podía parar de reírme. Ella respiro, miro al suelo y con los puños cerrados me dijo “se llama a la puerta antes de entrar a la habitación de una dama”.Yo con las mismas, me fui sin decir nada y al cerrar la puerta, una daga atravesó dicha puerta quedándose clavada en la de la habitación de Ted que quedaba justo enfrente.

Volví y le dije “has caído”, entonces se dio cuenta de que había caído en la broma de siempre, se rió y dijo “te perdonare, por esta vez”.Lo que siempre decía.

Cleo, cuanto genio tenias. Pero que buena eras conmigo, siempre te agradeceré que me apoyases tanto. Te echo de menos.

Tras aquello se me ocurrió despertar a Pahn. Un grandísimo guerrero que lucho contra mi padre y que desde que perdió la batalla le juro lealtad a Teo.

Era alto, tenia uno de los cuerpos mas musculazos que he visto en la vida, tenía el pelo corto de color negro y parecía tener un semblante serio. Pero nada estaba mas lejos de la realidad, es solo que su cara era así. Solía estar de broma casi siempre y es mas, solo pensaba en comer, dormir y pelear. Vamos, que su cara no era el reflejo de su alma.

Y vestía de lo más normal entre los maestros de artes marciales. Usaba unas sandalias negras que descubran sus dedos, unos pantalones holgados de color negro y que eran especiales para su modalidad de combate, un chaleco rojo que debido a sus músculos le quedaba muy ajustado, un cinturón y una cinta para la cabeza también rojos y unos guantes negros de los que salían unas protecciones para los antebrazos de color rojo.

En definitiva, un hombre que podía matarme de un guantazo. Pero era algo pasota, aunque mejor dicho. Le daba igual pues se acabaría saliendo con la suya.

Aquel día, no fue diferente. Entre a su habitación y estaba roncando. Bueno, esos ronquidos parecían el sonido que emite un jabalí cuando esta a la defensiva.

Decidí asustarlo pegándole un empujón. Ni se inmuto, me dijo “estaba esperando la cena y me quede dormido”.Y con las mismas se dio la vuelta y siguió durmiendo. La verdad es que era algo frustrante, pero me divertía mucho ver que era capaz de dormirse en un minuto. Hasta la cama tenia ya su silueta marcada de tanto que dormía.

La siguiente victima fue Gremio, que estaba en la cocina preparando el estofado para la cena. Me acerque sigilosamente por su espalda y le hice cosquillas. Empezó a reírse al mismo tiempo que pedía que parase. Como a cambiado todo, aunque no se lo diga nunca a él. Pero algún día espero conseguir poder pedirle perdón por no haber vuelto a ser el que era.


¡Uy! Siempre me lío en mis pensamientos. ¿Por donde iba? ¡Ah! Por las palabras que dijo mi padre para tranquilizarme.

Tras esas palabras vino una sirvienta muy amable que nos llamo e insto a que la acompañásemos, la audiencia con el emperador estaba apunto de comenzar. Pero yo ya estaba tranquilo y camine tras mi padre hasta el salón del trono. Ni los guardias de la entrada me intimidaron cuando anunciaron nuestra entrada.

Pero todo cambio cuando entre en aquel salón. Habían soldados a ambos lados de la alfombra roja y sus ojos transmitían admiración hacia mi padre. Casi me pareció que habían olvidado por un instante que su misión era proteger al emperador en aquel salón gigantesco. Pero el motivo por el cual volví a ponerme nervioso no fueron los soldados, ni el canciller presente en la sala.

Si no cuando vi a Windy, la maga del imperio. Es preciosa, algunos piensan que se parece a la difunta mujer del emperador. Rubia de larga melena, que recogía en una coleta que suele cargar en uno de sus hombros y tiene unos ojos realmente bonitos como el color del cielo. Aunque también los hay que no ven ese parecido, por como viste y por su físico. Ya que pese a ser delgada, lucia un cuerpo que “llamaba” al pecado. Y sus ropas también, pues llevaba un vestido largo hasta el suelo, ajustado y escotado. Que en la parte alta era morado e iba perdiendo progresivamente ese color hasta que a la altura de la cintura quedaba blanco. Y de cintura para abajo, del mismo  modo iba adquiriendo una tonalidad azul hasta el final del vestido. Una capa azul oscura con hombreras verdes, de la que salía un colgante con una esmeralda que descansaba entre su voluminoso pecho. Era la nota final que demostraba que esa mujer llamaba la atención de cualquiera.

Normal que me pusiera nervioso y más cuando note que mientras los demás admiraban a mi padre, ella me miraba a mí. Aparte mi mirada de ella por respeto y nervios. Lo recuerdo como si fuese ayer.

Porque el colmo llego en ese momento. Mire hacia el frente y rodeado por un brillo especial, ahí estaba, el emperador Barbarosa. Alto y de complexión fuerte. Todo un portento físico a pesar de tener una edad ligeramente avanzada según demostraban su pelo negro largo hacia atrás con mechones canosos y su bigote. Le llaman el emperador de oro y no era para menos. Su armadura estaba hecha de ese material y lo único que no llevaba era el casco. De sus hombreras salía una capa morada con el borde dorado. Cada vez que le recuerdo tiembla mi cuerpo, tenía una presencia abrumadora.

Y tan pronto como me paralice al verlo, el emperador Barbarosa le dio la bienvenida a mi padre y este le recordó la guerra de sucesión. Tanto el emperador como Windy elogiaron las palabras de mi padre y tras eso, el emperador le recordó a mi padre los problemas que habían al norte del reino y le pidió que protegiese la frontera de un posible ataque por parte de la Ciudad Estado de Jowston. Incluso le cedió su preciada espada de empuñadura de oro a la cual llamaba Prakk. Mi padre, el gran Teo McDhol le dio las gracias, acepto la misión y juro no fallarle. Vi como la expresión del emperador se tranquilizaba tras las palabras de mi padre.

Tras eso, el emperador me llamo y mientras caminaba hacia él dijo que tenia un aspecto impresionante. ¡El emperador de oro, Barbarosa, estaba elogiándome! Y al llegar a su altura me pregunto si ayudaría al imperio mientras mi padre estaba fuera. “Si, su majestad” fueron las palabras nerviosas que salieron de mi. El canciller interrumpió para explicarme que el Comandante Kraze seria mi superior. Todos agradecieron mi disponibilidad y me desearon suerte. En especial Windy que me dedico un “Qué joven tan atractivo. Buena suerte, Tir”.

No supe que decir y agache la cabeza. En ese instante mi padre dijo que debíamos irnos. A lo que el emperador contesto “Cuento contigo, Teo. Y Tir, espero que tus esfuerzos superen a los de tu padre”. Lo ideal para sentirme mas presionado todavía.

Pero tras esas palabras termino la audiencia y podía respirar tranquilo. Así que lo siguiente fue ir a presentarme ante el Comandante Kraze, mi superior.

Esperando

12 diciembre, 2010


Bueno, no importa. Quizás algún día después de tanto recordar, me canse de seguir haciéndolo y pueda vivir tranquilo. Pero cada vez que lo recuerdo me siento mal.

Aquel día tenia que haber sido el principio de una vida feliz, iba a conocer al emperador Barbarosa y a empezar a trabajar para el imperio igual que mi padre.

El castillo es inmenso, esta hecho de bloques de piedra de un color grisáceo y unas estatuas del mismo material colocadas a los lados de la gran puerta metálica que da acceso al castillo. En el interior, varios candelabros iluminaban el lugar y mostraban el esplendor y brillo de las baldosas de color salmón del suelo. Y por supuesto varias sirvientas y soldados del imperio que daban la bienvenida, al igual que la alfombra roja con bordes dorados que iba desde la entrada al salón del trono. Ahora, no se si será igual.

Estaba muy nervioso, a fin de cuentas, conocer al emperador y trabajar para él no es ninguna tontería y menos para mí.

Soy Tir, hijo de Teo McDohl. Mi padre había luchado junto a Barbarosa en la guerra de sucesión y era un héroe para todos, lo que le llevo a ser capitán de los cinco grandes generales del imperio y amigo del emperador Barbarosa.

Vamos que había mucha expectación sobre mí y me sentía muy presionado, de ahí que estuviese nervioso antes de empezar mi “carrera” militar.

De hecho, mi padre me acompañaba a la audiencia con él emperador, ya que él también tenia algún asunto pendiente.

Y allí estábamos, en una sala de espera hasta que viniese una sirvienta a por nosotros y comenzar la audiencia.

Mi padre estaba tranquilo e incluso infundía respeto con solo mirarle debido a su altura y a su complexión física, totalmente extraordinaria y su pelo negro hacia arriba junto con el mechón que le caía hacia su cara, también informaba de su seguridad en si mismo.

Pero debido a que le conocemos sabemos que era más cercano y simpático de lo que parecía.

Porque su vestimenta también acompañaba a esa imagen de tipo duro. Ya que vestía una armadura metálica en la que las hombreras, brazales y grebas eran de color verde oscuro y no usaba casco ni guanteletes. Y una capa marrón por la que se veía que habían pasado los años y que a la altura del cuello se ensanchaba casi tapándole la boca como si de una bufanda se tratase.

Yo sin embargo soy totalmente diferente a él físicamente, salvo en el color de pelo negro. Mi padre me sacaba una cabeza de altura y no estoy físicamente como él, soy delgado y sin músculos.

Y mi vestimenta era de risa al lado de la suya, aunque la siga usando todavía. Consistía en un pañuelo verde que cubría mi cabeza, atado por detrás y por el que asomaba mi flequillo. Una camiseta blanca de manga corta y encima un chaleco rojo de estilo oriental. Unos guantes, amarillos como los pantalones holgados ajustados en el tobillo que llevaba y llevo. Y unas alpargatas negras que ocultaban el vendaje de mis pies.

Quedaba en nada al lado de mi padre y aunque fuese algo normal, eso me ponía todavía más nervioso. Pensé en hablar con él, lo hice y recuerdo sus palabras, “¿Estas nervioso Tir? No te preocupes, la audiencia acabara pronto. Se como eres, no hay nada que temer”.

No fueron unas palabras excepcionales, pero me motive al escucharlas. ¡Ains! en aquel tiempo era inocente, simpático, vamos, lo normal en un chico de mi edad y por ello las palabras de mi padre me animaron, ahora no servirían de nada pues soy lo contrario de lo que era. Hasta he fallado a mi padre, soy un desastre. Bueno, después de lo que le hice, decir que soy un desastre es poco.

Soy Tir McDohl

1 diciembre, 2010


Han pasado dos años y aquí estoy. Con el mismo aspecto que cuando empezó todo y pescando en un lago de un lugar secreto. Bueno, hago como que pesco. Realmente pesco un par de peces o tres para la comida y luego pienso en todo aquello que ocurrió. Si no lo hiciese así, Gremio se preocuparía, ya que él cree que estoy todo el tiempo pescando.

Desde que nos fuimos de Gregminster, me siento triste y “apagado”. Cuando todo termino, todos se alegraban, pero ¿yo?, yo no tenia nada prácticamente por lo que estar feliz. Es por ello y porque prometió que me protegería, que Gremio sigue conmigo, no quiere que este así. Y se que hago mal, porque mientras él esta a la entrada de este lugar para que nadie pase y yo pueda pescar tranquilo. Lo que estoy haciendo es entristecerme por minutos, todo lo contrario que el desea y eso me pone peor. Porque él ha hecho mucho por mi y yo no soy capaz de regalarle ni una simple sonrisa.

Y no, no se arreglara. Solo han sido dos años, pero me he dado cuenta de que Gremio ha cambiado un poco. Es mas, ya no es capaz de usar su hacha para nada. Ha perdido forma física y es normal, ya que no llevamos la vida que llevábamos hace unos años. Pero yo me encuentro igual que entonces o hasta un poco mejor y estos dos años físicamente no han pasado por mi. Por ejemplo, Gremio se ha cortado el pelo unas cuatro o cinco veces en estos dos años, yo ni una sola vez. Para algunos seria una bendición, pero después de lo que paso, esto para mi es una maldición.

Al principio de estos dos últimos años, no quería que viniese Gremio conmigo por lo que pudiera pasar. Pero si no fuese por él, quizás seria peor. Aunque no lo sé, todo son conjeturas, líos en mi cabeza. ¿Hice bien? ¿Por qué fue así? ¿Qué hubiese pasado si no hubiese aceptado? ¿Estaría conmigo? ¿Seriamos amigos? ¿Podría haber cambiado mi destino?

¡Augh! Mi cabeza, que dolor. Todo esto solo me trae tristeza y rabia, ¿Pero como lo cambio? ¡Joder! ¡Odio mi vidaaaaaaaaaaa!

¡Vaya! Acabo de notar una mirada, me he girado y Gremio parece haber escuchado ese último grito.

-¡¿Joven maestro, me ha llamado?!- Chilla Gremio desde la entrada del lago.

-¡Nooo! ¡Todo esta bien!-

Ufff, casi me pilla. Pero ¿Por qué le miento? ¿Seria mejor decirle la verdad? Esto es un no parar. A veces le digo a Gremio que no se preocupe tanto por mí. Pero…..es que…..tiene razón, porque…. ¿Qué hago yo hablando solo?